“La naturaleza intelectual de la
persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría,
la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la
verdad y del bien” (Gaudium et
Spes 15)
La
Palabra de Dios como cimiento de sabiduría debe ser escuchada con fe, ya que no
son solamente verdades adquiridas con la ayuda de la razón, sino las verdades
reveladas por Dios. Para nosotros seminaristas y religiosos es fuente de vida
espiritual, alimento para la oración, luz para conocer la voluntad de Dios y la
fuerza para vivir con fidelidad nuestra vocación. Entonces al tener diariamente
en nuestras manos las Sagradas Escrituras, al acogerla como María y meditarla en
nuestro corazón, seremos capaces de encontrar a Dios mismo, así lo afirmaba el
papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica postsinodal “Pastores Dabo Vobis”:
“al acercarnos y escuchar la palabra de
Dios tal como es, nos hace encontrar con Dios mismo, a Dios que habla al hombre;
hace encontrar a Cristo, el Verbo de Dios, la Verdad que a la vez es Camino y Vida.
Se trata de leer las “Escrituras” escuchando las “palabras”, la Palabra de Dios”
(Cfr. 47).
La
Palabra de Dios siempre nos inspira hacer hombres nuevos y santos, ella nos
llama a una conversión continua. A la luz de la Palabra podemos ser conscientes
de nuestra fragilidad, respondemos con la vigilancia y el arrepentimiento
sincero, la corrección fraterna, el perdón recíproco y la aceptación serena de
la cruz de cada día. Es decir estamos llamados a hacernos constantemente imagen
de aquel que nos inspira. Los seminaristas y religiosos dirigidos hacia el
ministerio sacerdotal, “in persona Christi” y bajo la escuela de Jesús debemos
ser dóciles y radicales en nuestra formación, nuestra fortaleza debe venir de
la unión íntima con el Maestro, que se encuentra escondido a la espera de ser
desvelado en los Evangelios.
La
Palabra de Dios nutre y renueva al seminarista y religioso. Hay momentos
especiales en la vida del seminario y de la casa de formación, como el tiempo
de las tardes de oración, el rosario, las oraciones matinales y vespertinas y
la oración personal; los mismos que son una ocasión para escuchar la Palabra de
Dios con profundidad; así es posible entonces discernir la voluntad del
altísimo y purificar el corazón. Son momentos de gracia quedan a nuestro
espíritu unidad profunda con el Señor Jesús que nos ha llamado a ser testigos
fieles su mensaje salvador.
La
Palabra de Dios nos mantiene unidos a Él, a su proyecto y nos recuerda su
alianza. Podemos descubrir el bello plan que tiene para sus criaturas, donde
simplemente nos debemos convertir en sabios oyentes de su palabra de amor. Escuchemos
estando dispuestos a hacer abarcados por su Palabra.
Luis Miguel Aldaz
Seminarista
Seminario Mayor San José de Quito
No hay comentarios:
Publicar un comentario