P. Francisco María de la Cruz Jordán
“Profesen a
María Santísima, una perfecta devoción, por medio de prácticas públicas y
privadas por la extirpación de los defectos y por el ejercicio de las virtudes”,
repetía una
y otra vez el Padre Jordán a sus hijos espirituales. Él reconocía a la sencilla
y humilde María como la maestra del discipulado, la que había acogido con
generosidad y con prontitud el llamado que el Padre Celestial le había hecho. Esta
era la motivación que tuvo en 1883 Juan Bautista Jordán para complementar su
nombre religioso con el nombre María,
Padre Francisco María.
Fue tal la devoción a María Santísima que la fundación
de la Sociedad del Divino Salvador fue realidad en la fiesta de la Inmaculada
Concepción, 08 de diciembre de 1881. El Padre Jordán encomendó siempre su
proyecto de salvación a la Madre de Dios, solía decir con insistencia: “Orad… sin cesar y con gran confianza a la poderosa
Reina del cielo para que podamos extender la salvación… y a fin de que cada uno
de nosotros, lleno de espíritu apostólico y gran coraje, pueda acelerar el
rescate del linaje humano que está en pecado y en error”. Tenía la piadosa costumbre de poner en la imagen de la Inmaculada
Concepción, ante la cual siempre se arrodillaba a orar, papelitos escritos con
las necesidades, materiales y espirituales, que tenía para el buen desarrollo y
avance de la comunidad religiosa.
El Padre Francisco
María dijo un día a sus hijos espirituales: “Quiero hoy imprimir en su corazón el rezo del Santo Rosario… Pero ¿cómo
debemos rezar el rosario? De forma clara, atenta y devota, con atención como
debe hacerse con cada oración.
“Cada
uno debe venerar a la Madre de Dios por las prácticas de las virtudes.”
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