El 16 de junio de 1848, en
Gurtweil-Alemania, en tiempos de una Europa revolucionaria, la segunda
bendición para el matrimonio Jordán-Peter alcanza el gozo de la existencia en
este mundo terrenal. El nacimiento de Juan Bautista Jordán, nombre que recibió
en la pila bautismal, un día después de su nacimiento, será la alegría de don
Lorenzo, su padre, y doña Notburga, su madre, la compañía de Martín, su
hermano. Pero nadie sabía en ese momento que Juan Bautista trasformaría la
historia de la Iglesia.
Este hijo de aquella Alemania
descristianizada, entre luchas y sufrimientos financieros, alcanzará la gracia
de Dios en el ministerio presbiteral, el 21 de julio de 1878 con 30 años de
edad. Ya para este momento su espiritualidad a tomado una mirada de entrega a
Dios, él dice: “Señor
Jesucristo, decido y pretendo recibir hoy la sagrada orden del presbiterado
para tu gloria y la salvación de las almas.
Toma y recíbeme como un perenne holocausto para Ti… Infinitas gracias a Dios por toda la
eternidad”.
Pero
Dios tenía preparado para el Padre Juan Bautista Jordán algo más grande en el
ministerio presbiteral. Dios lo había elegido “desde el vientre de su madre”, y le iba a dar “una gran descendencia” espiritual. Dios
lo llamó, para que desde sus fortalezas y sus debilidades ofreciera a la
Iglesia una gran familia que no descansará hasta que todos conozcan amen y
sirvan al verdadero Dios revelado en la persona de Jesucristo. Esta gran misión
revelada para el Padre Juan en las palabras de Jesús: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero y
a tu enviado Jesucristo” (Juan 173), es conocida en el mundo
entero como la Familia Salvatoriana.
Siendo
el P. Juan el primero en recibir votos religiosos en la Familia Salvatoriana
recibe el nombre de Francisco María de la Cruz Jordán. En este nombre, que él
eligió, podemos descubrir su profunda espiritualidad y entrega a la voluntad de
Dios. Francisco, hace honor a San Francisco de Asís, en quien reconoce la
grandeza de abrazar la pobreza. María, venerando a la Santísima Virgen María,
primera cristiana que enseña que la fidelidad es fundamental en el seguimiento
de Jesús. De la Cruz, glorificando al Verbo encarnado que dejó que el amor
reinara y los deseos humanos sucumbieran, pues “toda gran obra nace a la sombra de la cruz”, afirmará el P. Jordán.
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