Existe
la idea que la vocación se ve orientada hacia la ocupación laboral, pero si la
vocación es un llamado, y un llamado de Dios a un estilo de vida, no sería más
acertado ver la vocación como aquella verdad que encierra toda la vida.
Es
de esta manera que se puede decir con toda seguridad que existen tres
vocaciones, que el Señor invita al ser humano vivir: vocación a la vida matrimonial, vocación a la vida religiosa o sacerdotal y vocación a la vida de
soltero(a). En cualquiera de estas vocaciones ejecutamos los dones y
capacidades que Dios nos ha concedido a cada uno, para servicio de toda la
comunidad. Esos dones son lo que llamamos “los carismas”.
Hay
que permitirle al Espíritu Santo que nos hable en lo más profundo de nuestro
ser, para descubrir que vocación estoy llamado a vivir. Y tener el oído bien
agudo para escuchar lo que repetidas veces el Señor nos dice: “No tengas miedo”. No hay que temer al
sentir el llamado a la vida matrimonial, el llamado a la vida religiosa o
sacerdotal, ni mucho menos temer al sentir el llamado de la soltería. Pero hay
que ser muy respetuoso en la respuesta que nuestros semejantes dan a su llamado,
Dios no se equivoca.
Si tienes clara tu vocación y quizá ya la estás viviendo, no dejes de encontrarte con quien te la regaló. En las dificultades sólo Él nos puede guiar y sostener. El matrimonio como la vida religiosa o la soltería tiene sus pequeñas piedras que hay que saber superar, y Jesús te ayudará
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