jueves, 18 de agosto de 2011

FELICITACIONES

Queremos compartir con todos nuestros hermanos visitantes la alegría que nos embarga gozar de la presencia del P. Bernardo Ospina SDS en nuestra comunidad de Ecuador. Pues la Familia Salvatoriana ha reconocido su trabajo y compromiso con el carisma Salvatoriano y especialmente su entrega a la compañía de los Laicos Salvatorianos. Es por ello le ha otorgado una mención de honor y se la han entregado en el encuentro de Laicos Salvatorianos que se celebró en Cartagena Colombia en los últimos días.

Qué alegría poder gozar de estos reconocimientos, en los cuales nuevamente nos dice la historia que una entrega total y sincera sí es posible. Deseamos que este reconocimiento al P. Bernardo SDS contagie a muchos jóvenes a querer entregar su vida al servicio del evangelio, en la Familia Salvatoriana.




miércoles, 3 de agosto de 2011

Duelo


Los hermanos religiosos Salvatorianos nos unimos a toda la familia Obando Yepes, quienes han despedido a su padre Don Luís Emilio Obando al encuentro con el Padre Celestial. Nos unimos a nuestro hermano Luís Emilio Obando Yepes SDS, y lo acompañamos en este dolor famliar. 

Para unirnos a la plegaria del eterno descanso de Don Luís Obando participaremos y los invitamos a todos los conocidos a la eucaristia del día Jueves 04 de agosto de 2011 a las 11:00 am, que se llevará a cabo en el templo parroquial de San Pedro de Cumbayá. Presedida por el P. Emilio Obando SDS

La espiritualidad, en primer lugar

Hay Salvatorianos que no solo se dedican a trabajar en la vina del Señor, sino que también dedican tempo para estar con el dueño de la vina. Estos Cohermanos nuestros llaman la atención por su búsqueda de unión personal con Dios. Su vida de oración no es solo una actitud exterior: es algo que brota del corazón. En el sentido bíblico, el corazón ha sido considerado siempre como el lugar de la oración, tal como dicen las palabras del salmista: “Crea en mí, Señor, un corazón puro” (Sal 51, 12); o: “Te busco de todo corazón” (Sal 119,10). En el corazón esta nuestro centro, nuestra capacidad de sentir en profundidad, es el lugar de los afectos y de los valores. Por consiguiente, merece la pena observar y aprender de los Salvatorianos que hacen de la oración una de las tareas más importantes de su jornada. Personas ejemplares que rezan con el corazón, con su interioridad, con lo mejor de sí mismos. Personas que asumen la ardua tarea de construirse y de aprender a verlo todo como penetrado por la Presencia de Dios.

Para alcanzar este nivel de profunda experiencia de Dios es necesario un largo itinerario formativo, un continuo ejercitarse en la oración personal transformadora, que da vigor e impulso para realizar la misión. No se trata de ser más piadosos, ni de ser más fervorosos o de alimentar mas el sentimiento de “ser Salvatoriano”. Y menos todavía de esconderse bajo un espiritualismo estéril y falto de compromiso con la realidad. No es esta la dimensión espiritual de la vida religiosa que trata de “integrar cada vez mejor en nuestra vida la oración” (CO 501). A lo que aspiramos es a ser personas de profunda espiritualidad, de union con Cristo, ancladas en un proyecto de entrega por el Evangelio, ya que “si faltara este aceite, la lámpara se apagará” (Jordán, 23 de junio de 1899).

En nuestro camino de formación Salvatoriana existen “ejercicios fundamentales” que nos dan habilidad, fuerza y la disposición necesaria para todo lo que debemos hacer. Son aquellos elementos que necesitamos valorar y, tal vez, en algunos lugares, recuperar. Lo primero es rescatar el silencio exterior e interior. En general, el ruido y las interferencias ocupan nuestra vida apostólica de cada día y están presentes hasta en nuestras casas de formación y en nuestras comunidades. Es cada vez más difícil concentrarse, lo cual es absolutamente necesario para estar centrados en nuestra identidad, en nuestra misión y en los acontecimientos esenciales. Un segundo elemento es re-aprender el valor de estar a solas, la capacidad de convivir consigo mismo. No se trata de una soledad deshabitada, de un vacío existencial de Dios y de todos, que produce aburrimiento, angustia y lleva a la depresión. La soledad “habitada” es la capacidad de ir a lo profundo, a lo más intimo de nosotros mismos, disfrutando de la propia interioridad en la que “habita la verdad” (San Agustín), y enfrentarse, libre y profundamente, a las propias luchas y decisiones.

El silencio y los momentos de estar a solas son condiciones mas que necesarias para el desenvolvimiento de una espiritualidad que sea profunda, mediante la oración personal, la contemplación y la celebración. A menudo, a través de tiempos fuertes de interioridad, podemos ver con los ojos de la fe las realidades y los acontecimientos y encontrar en ellos el sentido de nuestra consagración de ser “memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús” (VC 22).

Es evidente que cultivar el silencio, la soledad, la interioridad, no significa refugiarse en el aislamiento, en el individualismo y en la total ausencia de solidaridad. !Todo lo contrario! Las personas de autentica oración no se colocan al margen de la realidad. Es su espiritualidad la que sustenta y anima toda la actividad apostólica, volviéndose como una lámpara ardiente que irradia ardor misionero y generosidad. Solamente a partir de la oración y de la contemplación podemos ser presencia evangélica en el mundo. Sin una unión intensa con Dios, sin una profunda espiritualidad, no existe fidelidad al carisma de la vida religiosa Salvatoriana. Somos todos convidados a revisar nuestras oraciones mecánicas, sin profundidad, incapaces de “sumergirnos en el océano profundo de Dios” (Jordán, DE I/150*).

Se trata de algo indispensable para nuestra opción de vida. Es urgente reavivar el autentico dialogo de comunión con Dios, reencontrar el sentido y la calidad de nuestra vida consagrada, porque como dice Juan Pablo II: “La vida espiritual debe ocupar el primer lugar en el programa de las Familias de vida consagrada, de tal modo que cada Instituto y cada comunidad aparezcan como escuelas de auténtica espiritualidad evangélica…Lo que puede conmover a las personas de nuestro tiempo, también sedientas de valores absolutos, es precisamente la cualidad espiritual de la vida consagrada, que se transforma así en un fascinante testimonio” (VC 93).

!Es el desafío de cultivar una espiritualidad profunda que nos alimenta, nos convoca y nos
envía para colaborar en la obra de salvación!

Milton Zonta SDS
Consultor General