miércoles, 1 de junio de 2011

El Camino de Santidad en la Juventud

El sábado 28 de mayo, en el templo de la Parroquia San Pedro de Cumbayá viviemos la alegría de la celebración por la vida de ejemplo cristiano de dos jóvenes de nuestros tiempos. Oscar Ernesto Aguilar de Tumbaco-Ecuador y Clara Badano de Sassello-Italia, dos jóvenes que se regocijaron en el amor de Dios. El Padre Bernardo Ospina SDS ha precidido esta celebración, que dió inicio con un rosario familiar y luego la eucaristía. La participación fue numerosa y el gozo mayor en los corazones de los asistentes. Hoy queremos dejarles la homilia pronunciada por el presidente de esta celebración:

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Hermanos: quiero iniciar esta reflexión  con una afirmación: nuestra vida es un don de Dios y esa palabra don la traduzco en vocación igual llamado: ven, ven a mí. Llamado que origina un encuentro con Jesús el Cristo. Y si ese llamado tiene una verdadera respuesta, se llega a un instante en el que, el que se siente llamado se juega el todo por el todo. Cristo se convierte en el centro de la vida y el que es llamado y se siente llamado va entendiendo el lenguaje de Jesús y acepta que Jesús es el “camino, la verdad y la vida”. Agregaría aquí las palabras de San Irineo: “la gloria de Dios es nuestra vida”. Y Jesús le va iluminando el camino y le va mostrando que Él ha venido al mundo enviado por el Padre, para salvarnos y hacernos partícipes del amor del Padre, y  a través del Espíritu de la verdad nos clarifica nuestra vocación a la santidad y a la vida eterna y, que así como él va, regresa al Padre, quiere que también nosotros estemos donde él está, por eso también nos ha dicho “sed santos, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

Este lenguaje y este llamado lo entendieron muchos desde un comienzo y fueron llegando a la santidad, a la perfección por diferentes caminos y en muy variadas situaciones de la vida. Así por ejemplo: los primeros discípulos dieron la vida, murieron mártires y fueron santos. Y es interminable la lista de los que con un sí radical y alegre al llamado del Señor, a su ser cristiano, a su conciencia de hijos de Dios, de discípulos de Jesús y por lo tanto de misioneros, llegaron  a la santidad y se han convertido para nosotros en objeto de profunda admiración.

Para mí es motivo de sincera alegría poder señalar entre ustedes hoy en primer lugar a un joven de nuestra ciudad de Quito, y de hoy no de ayer, de estos tiempos modernos, se trata de Oscar Ernesto Aguilar Martínez. Él desde antes de nacer, me atrevo a afirmar, recibió de sus padre la hermosa herencia de la fe, el amor de Dios y el espíritu de oración. En ese clima fue creciendo Oscar Ernesto y ya desde los tres años comenzó a mostrar sus emociones y encantos de una creatura llamada por Dios a la santidad. Con grande acierto inicia su madre María Leonor, autora del libro “Presiento que mi misión va a empezar”, en el que narra la historia de su hijo, con la bella cita de San Agustín: “Dios es grande en lo grande pero extraordinario en lo pequeño”. No pretendo ahora narrar la vida de Oscar Ernesto. Sólo comparto con ustedes la alegría y la satisfacción de haber leído con pasión la historia y la vida de quien hoy hace cuatro años, a la edad de 21 años 10 meses, partió hacia la morada del Padre después de seguir fielmente las pisadas de aquel que en su vida se le manifestó como “camino, verdad y vida”.

Podríamos decir sin necesidad de muchas explicaciones que para Oscar Ernesto, en sus cortos años de vida bien vividos, como hijo, como hermano, como cristiano, como colegial, como universitario, como catequista, como persona que alimentó los grandes anhelos de ser sacerdote, etc. Fueron muy claras las palabras de Jesús: “Al que me ama lo amará mi Padre y yo también lo amaré y me revelaré a él” y esta afirmación de Jesús alcanza la plenitud cuando se cumplen aquellas otra palabras: “en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones (…), cuando haya ido y les haya preparado el lugar, vendré  otra  vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde  yo esté estén también ustedes”. Y para Oscar Ernesto se cumplió esta  dicha el 28 de mayo de 2007. Alegrémonos de ello y demos gracias al Señor.

Esta misma dicha la vivió otra persona muy joven italiana Clara Badano, o Clara Luz llamada así por la fundadora de los Focolares, movimiento de creyentes que quieren construir un mundo unido y del cual se enamoró Clara desde niña, emprendiendo y cumpliendo en sólo 18 años sus anhelos de santidad. Dios acogió en su morada del cielo el 07 de octubre de 1990 a esta joven que en plena juventud, una vez que conoció el evangelio, tomó una determinación que marcaría cada jornada de su vida: “No quiero ni puedo permanecer analfabeta ante un mensaje tan extraordinario”. Esta joven ya ha sido beatificada recientemente.
Habría mucho que decir de estos dos jóvenes: Oscar Ernesto y Clara, y hay también mucho que decir de muchos jóvenes, niños y adultos que se han sabido enamorar de Jesús y seguirlo hasta el final, hasta la morada del Padre.

Que él buen Dios nos permita a muchos, ojalá a todos los que estamos acá, escuchar la voz de Dios, escuchar al amigo Jesús, y seguirlo por el camino de la santidad hasta la morada del Padre.

No puedo concluir sin hacer referencia a una muy bella realidad en la vida de Oscar Ernesto y Clara Luz: como tiernos hijos supieron caminar como bien lo insinuaba San Bernardo “Por María a Jesús”. Tomados de la mano de la Madre de Dios y madre nuestra vivieron la alegría de sentirse protegidos por la tierna madre.
Oscar Ernesto no solo se consagró en el colegio de la Dolorosa, además le escribió un bella carta y no le falló a su querida Dolorosa con el rezo del santo rosario diario y la eucaristía diaria.

Clara vivió sus cortos años tan unida a Jesús y a su Madre, que pudo dar el bello testimonio de que en el momento de una cirugía de su grave enfermedad de cáncer en los huesos, percibió que María la tomaba de la mano y le daba ánimo. Concluyamos pidiéndole hoy al buen Dios, haga de nosotros auténticos hijos y devotos de María.

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