miércoles, 12 de noviembre de 2014

Segunda Parte del Padre Nuestro

Danos hoy el pan de cada día 

Esta oración tan completa que entrega Jesús a sus discípulos, el Padre Nuestro, luego de presentarnos sus tres anhelos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad; nos encontramos con cuatro gritos de angustia de la humanidad, empezando con el grito de hambre: “Danos hoy el pan de cada día”.

San Agustín decía, mientras reflexionaba este grito: “Cuando decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día entendemos que hoy significa el tiempo presente (esta vida nuestra, nuestra historia), para el cual pedimos nos conceda todo lo necesario, denominándolo con la palabra ‘pan’ como la parte más noble e importante de todo lo que necesitamos (para alimentar nuestra existencia de hijos). O también decimos ‘pan’ para referirnos al Sacramento de los fieles (Eucaristía), que necesitamos en el tiempo pero no solamente para el mero bienestar temporal sino para la felicidad eterna.”.

El reino de Dios es posible cuando el hambre no haga parte en la vida de nadie, cuando podamos compartir nuestros bienes para que a todos se les pueda anunciar la Palabra de Dios, alimento espiritual, porque ya lo pueden acoger con mayor agrado, pues no tienen el sufrimiento que causa la escasez, de la comida, el estudio, el techo y la recreación.

Como cristianos, que oramos con el Padre Nuestro, tenemos que comprometernos a compartir y velar porque quienes nos rodean gocen de lo necesario para vivir aquí y ahora y así reciban la esperanza de la vida eterna. 


Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos

El segundo grito de la humanidad es la reconciliación, solo con ella podemos hacer posible el reino de Dios, pero el perdón que nos invita a pedir Jesús en la oración del Padre Nuestro goza de dos direcciones, somos perdonados por Dios porque hemos logrado perdonar al hermano que nos ha ofendido. “Cuando decimos: perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden nos movemos a recapacitar tanto sobre lo que pedimos como sobre lo que en realidad practicamos, para que se nos conceda recibir lo que pedimos.” (San Agustín).

Necesitamos, como individuos, vivir el perdón como remedio a tanto dolor y sufrimiento que nos acompaña. Es urgente consolidar las relaciones en un clima de paz y alegría, para que las sociedades nos brinden el gozo de la comunión. El perdón ayuda a sanar, construir, crecer y alimenta el espíritu, por ello no podemos negarnos dar este paso de amor; venzamos los egoísmos y los resentimientos que quizás han alimentado la ofensa recibida y triunfemos sobre el orgullo que no nos permite pedir perdón a quien hemos ofendido. Recordemos que Dios no quiere solo afianzar una filiación (relación de Padre e hijo) sino también buscar que nosotros afiancemos una fraternidad (relación de hermanos).

Quien se niega al perdón, a recibirlo o a ofrecerlo, se queda estancado, enfermo y se va desgastando poco a poco. Quien perdona es quien primero sale favorecido.     

No nos deje caer en tentación  

La tentación es una realidad que vivimos todos y tenemos que enfrentarla todos, el mismo Señor Jesús vivió la tentación del maligno. Es así que es el tercer grito de la humanidad, pidiendo el auxilio divino, No nos dejes caer en tentación. No es que esté sólo en la acción de Dios el que no caigamos en la tentación, de él recibimos un auxilio, para ser más fuertes, más firmes y vencer la tentación que se nos presenta; “Cuando decimos: No nos dejes entrar en la tentación: nos damos ánimo para pedir esto, no sea que si cesase su auxilio, o bien engañados consintiéramos en alguna tentación o bien sucumbiéramos a alguna debilitados por la angustia.” (San Agustín).

Solos no podemos vencer la tentación, necesitamos tener un aliado más fuerte y más sabio, Dios. La tentación disfraza el pecado, nos lo muestra como agradable, bueno y sano, alejándonos así del reino de Dios. Sin el auxilio de Dios caemos fácilmente y fácilmente vamos arruinando nuestra vida. Y tengamos muy presente que la mayor tentación que se nos presenta es anular a Dios de nuestra vida, creer que somos autosuficientes, que solos podemos caminar en este mundo y vencer el mal que en él reina. Y luego tenemos las tres tentaciones principales que ofrecen al hombre una vida sin dolor, sin angustias y sin sufrimientos, pero claro está, nuevamente es un disfraz, son tener, poder y placer.       

Líbranos de todo mal  

El grito con mayor fuerza que eleva a Dios la humanidad es el deseo de ser librada del mal, líbranos de todo mal. Jesús es muy consciente de este grito y por eso no lo olvida en la bella oración del Padre Nuestro.

“Cuando decimos: líbranos del Mal renovamos la advertencia en que no estamos aún seguros en la posesión del bien, para que dejemos de temer que nos sobrevenga el mal. Y esta última petición de la oración del Señor abarca tanto, que el cristiano sea cual fuere la tribulación a la que esté sometido, gime con esa fórmula, con ella derrama su llanto, de ella parte, en ella se detiene y con ella culmina su oración.” (San Agustín).

El mal de este mundo nos agobia, nos desgasta y nos desanima para continuar caminando en busca del bien supremo. Por eso lo rechazamos con todas nuestras fuerzas y lo gritamos pidiendo la intervención divina para que sea alejado de nuestra vida. Pero también tenemos la obligación de tomar consciencia que en ocasiones somos nosotros, quienes hemos gritado “líbranos del mal”, los que causamos el mal de este mundo o lo alimentamos o lo impulsamos.

Es así que rezar el Padre Nuestro es comprometernos a no darle espacio al mal de ninguna manera, ni aceptarlo cuando sea causado por otros ni mucho menos ser nosotros propiciadores del mal. Siempre comprometidos por el bien que viene de Dios y que es Dios mismo. 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Primera Parte del Padre Nuestro

Padre Nuestro que estás en el cielo

El judío, no había visualizado la dimensión paternal de Dios, pues para el judío Dios acompañaba, corregía, exigía, pero no lo concebían familiar con el hombre. Es Jesús quien revela que Dios es Padre e invita a que nos dirijamos a Él como Padre, “Cuando ustedes vayan a orar digan: Padre nuestro que estás en el cielo”. Y no es que Nuestro Señor hiciera una proyección de la paternidad humana, de ninguna manera; Dios es el origen de toda paternidad (Efesios 3, 14-15) su ser Padre está en su misma naturaleza trinitaria, desde siempre es Padre del Hijo, en la esencia misma de Dios se ha fundado la relación de Padre-Hijo (Hebreos 1, 1-14). La naturaleza paternal de Dios pertenece a su mismo ser.

Dios se ha mostrado a su pueblo como Padre (Éxodo 4, 22-23), Moisés entrega al pueblo un mensaje del Padre. Dios es Padre para los que ha llamado a la existencia desde la creación (Isaías 63, 16; 64, 7); es a su pueblo a los que cuida y custodia con infinito amor (Jeremías 31, 9), son sus hijos a los que corrige (Proverbios 3, 1-2.12) es el Padre de la ternura y de la protección (Salmo 27, 10; 103, 13, Eclesiástico 23, 1-4). Pero es en la persona del Hijo infinito (Jesucristo) que la presencia de Dios como Padre es más fuerte, solo debemos aceptarle (Juan 1, 12-13) y nacer en el Espíritu (Juan 3, 5), somos hijos en el Hijo (Gálatas 4, 4-5); de esta manera seremos herederos de la gracia eterna (Romanos 8, 14-17; Juan 20, 17).    


Como bautizados estamos llamados a buscar siempre vivir en una relación familiar con Dios, no encontrarnos con él como con un amo o verdugo, pues es el Padre, que nos amó primero (1 Juan 4, 19), nos escucha (Mateo 6, 5-6),se preocupa de nuestras necesidades (Mateo 6, 25-33), que se alegra cuando recapacitamos de nuestros errores (Lucas 15, 1-10), nos recompensa por actuar bien (Mateo 6, 1-4). Pero sobre todo es el Padre que nos propone una vida junto a él (Juan 14, 1-7).    

Santificado sea tu nombre 

Orar, la oración de Cristo Jesús, es unirnos a sus sentimientos más profundos. El primer sentimiento que desvela Jesús, en su oración, después de proclamar la paternidad divina, es santificado sea tu nombre de Padre; este sentimiento es a su vez el primer anhelo del Señor, que todos los hombres reconociendo a Dios como Padre, santifiquen su nombre.

Lo santificamos porque su bondad es infinita, nos mira con compasión infinita, siempre está presente, nos ofrece su mano para levantarnos, sus brazos para abrazarnos, su corazón para perdonarnos, su sabiduría para reorientarnos. Él siempre quiere y busca nuestro bienestar. Es tan grande su amor que compartió su poder depositándolo en nuestra libertad, permitiéndonos ser parte en la construcción de su reino, ¿cómo no santificar su nombre de Padre?

Este anhelo de Jesús, que el nombre de Dios Padre sea santificado, debemos apropiárnoslo y acoger las palabras sabías de San Agustín:

Cuando decimos: santificado sea tu nombre nos incitamos nosotros mismos a desear que su Nombre, que es siempre santo, también sea tenido por santo por los hombres. Esto es, que no sea menospreciado, lo cual no va en provecho de Dios, sino principalmente en provecho de los hombres.

Venga a nosotros tu reino

El segundo sentimiento de Jesús, develado en la oración que entrega a sus discípulos es, venga a nosotros tu reino, “Y cuando decimos: venga tu Reino, Reino que, querámoslo o no nosotros, vendrá ciertamente, avivamos nuestro deseo de que venga a nosotros y que nosotros merezcamos reinar en él.”[1].

El reino de Dios es muy distinto al reino que pretenden constituir algunos con la violencia, el maltrato, la imposición, la codicia, la discriminación, entre otros males que deshumanizan por ser dueños del poder. Jesús quiere que el Padre reine en nuestra vida pero como Padre, que su poder lo experimentemos en la acogida, la justicia, la valoración, la solidaridad, la comunión, la dignidad y la plena felicidad y realización personal.

Y Dios no reinará entre nosotros si continuamos dándole mayor importancia a nuestros deseos, impulsos o caprichos, olvidando fácilmente el valor que tiene nuestra vida en sí; continuaremos deshumanizándonos y permitiendo que sea el mal el que reine entre nosotros.

Quien se apropia de este anhelo redentor, y ora con Jesús, “Venga a nosotros tu reino”, debe comprometerse a vivir en la dimensión de la unidad, la paz y el amor; los tres pilares para que el reino de Dios esté entre nosotros.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

El tercer anhelo que nos presenta Nuestro Señor en la oración es “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”; él sabe que la única manera de darle una esperanza a la humanidad es en la obediencia a la sabiduría innata, Dios Padre. Nuestro Señor Jesucristo es ejemplo de obediencia, el apóstol nos recuerda, una obediencia hasta la muerte y una muerte de cruz (Filipenses 2, 8).

Ser obediente es permitirle a Dios que nos muestre el camino, que nos oriente, que nos eduque. Y pudiéramos preguntarnos, ¿por qué necesitamos obedecer a Dios? y la respuestas sería, porque Él tiene una mirada integral de la vida, no es caprichoso ni se deja llevar por los impulsos, su voluntad mira nuestro bienestar integral; a diferencia de nosotros, que para tomar una decisión, para tomar una elección, nos dejamos guiar por los caprichos, por los deseos pasajeros, por el interés personal. Decisiones o elecciones que luego traen consigo negativos resultados.

Es el momento de darnos la oportunidad de escuchar a Dios y obedecer a su voluntad, por más que nos cueste comprender sus designios, asumir sus propuestas y aceptar sus respuestas; pues siempre su voluntad tendrá contraposición con los criterios humanos. Pero también siempre su voluntad buscará nuestro bienestar.

Continuemos orando al Padre junto a Jesús para que la gracia del Espíritu Santo nos ayude a ser obediente como los Ángeles en el cielo la alegría celestial la empecemos a vivir aquí y ahora.  


[1] Explicación del Padre Nuestro por San Agustín. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

SEGUIR A JESÚS, es compartir el pan con él

« Cuando estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero Jesús desapareció de su lado. Y se dijeron uno a otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? »

(Lc 24, 30-32)

“Jesús se nos da como el Pan de Vida, alimentándonos con su amor para que nuestro corazón arda por Él en el servicio a los demás”

EL seguimiento de Jesús, nos lleva a reconocerlo en la experiencia del compartir el pan de la Eucaristía, pues este alimento de vida, nos une a Cristo quien transforma nuestra vida, nuestro sentir y nuestra misión.

El compartir con el otro, es una de las características propias del cristiano auténtico que está convencido de seguir a Jesús. Es el fruto del estar con Jesús en el camino, quien siempre está dispuesto a ofrecerse al otro, de ayudar al otro y de transmitir constantemente la misericordia de Dios. Este compartir que nace de la comunión eucarística busca y ayuda para que todos crezcan.

viernes, 31 de octubre de 2014

SEGUIR A JESÚS, es dialogar con él

« Dirigiéndose a los judíos que habían creído en él, dijo Jesús: Si permanecen fieles a mi palabra, ustedes serán verdaderamente mis discípulos, así conocerán la verdad y la verdad los hará libres » (Jn 8, 31-32)

“Jesús nos habla al corazón con su Palabra, y nos invita a unirnos completamente a Él”

EL seguimiento de Jesús, por ser una experiencia que parte de un encuentro personal con él, nos ubica en un constate diálogo de cercanía, que acrecienta nuestro deseo de seguirlo en su caminar y de servir con un corazón entregado a la caridad con el hermano. Al dialogar con Jesús, él nos comparte su propuesta del Reino, por medio del cual nos manifiesta ese mundo mejor que Dios quiere para todos.

Jesús, por medio de su vida y sus palabras nos habla todos los días para que descubramos la verdad de Dios, quien quiere siempre comunicarnos su infinito amor y misericordia. En la dinámica del diálogo, primero escuchamos a Jesús, así, podemos entender cuáles son los sentimientos propios del cristiano que nos dignifican como personas, y en segundo lugar, nosotros hablamos a Jesús, quien atiende prontamente a nuestro llamado, es decir, a nuestra oración; pues bien lo recuerda el Santo Cura de Ars: “La oración no es otra cosa que la unión con Dios… En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar”.

Así, el diálogo con el Señor, nos lleva a unirnos con él, a sentirnos parte de su misión y a fortalecernos con su amor ante los retos que la vida nos presenta. Él nos habla, nos anima, nos aconseja, nos orienta para caminar siempre a la luz de su vida, fundamento de nuestra fe y motor de nuestro deseo de servir con bondad y amor al necesitado.

jueves, 30 de octubre de 2014

SEGUIR A JESÚS, es salir y caminar con él

« Jesús les contestó: Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para ésto he venido- » (Mc 1, 39)

“Jesús nos muestra el camino, pues nos enseña que ser discípulo significa seguirlo e ir tras de Él”

EL seguimiento de Jesús, lleva consigo una respuesta que damos a él, frente a la invitación que nos hace de salir y caminar, acompañados por él en su misión. Seguir a Jesús, por consiguiente, es abandonar el lugar en el que se está (egoísmo, tristeza, soledad, soberbia), dejar lo que se tiene y hacernos parte de su obra salvadora, que se hace manifiesta en las buenas acciones que hacemos al prójimo.

El gesto de caminar con Jesús, es recordar sus palabras descritas por el Evangelio de Juan: “Yo soy el CAMINO, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). El Señor es nuestro camino, por el que siempre debemos caminar sin temor a equivocarnos, pues nos lleva directo al Padre, conduciéndonos por una vía de comunión con Él y con los demás.
El CAMINO que Jesús nos invita a seguir después de salir con Él, es el de su propia Vida, llena siempre de bondad, amabilidad, misericordia, comprensión y caridad con todo aquel que necesite sentir por medio de nuestro testimonio y obrar que Dios está siempre junto a nosotros.

El caminar con Jesús dinamiza nuestra vida de fe, nos mantiene siempre en movimiento, en constante iniciativa de ir hacia el hermano que necesita mi mano, con quien siento la grandiosa experiencia de ser hijos del mismo Padre amoroso, quien nos espera con los brazos abiertos para acogernos con su misericordia.

miércoles, 29 de octubre de 2014

SEGUIR A JESÚS, es estar cerca de él

« Después Jesús reunió a la gente y a sus discípulos, y les dijo: -Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga- » (Mc 1, 16-20)

“Jesús nos invita a estar junto a Él, a seguirlo sintiendo su fiel compañía”

L seguimiento de Jesús armoniza nuestra vida con su compañía, pues, “seguirlo” significa mantener una relación de “cercanía” con él, de ir detrás de él, es decir, de caminar junto a él. El mismo Señor se nos muestra como “camino”, confirmando siempre su presencia incondicional junto a nosotros y que al mismo tiempo manifiesta la cercanía del Maestro al discípulo, del Señor al siervo, del Amigo al amigo, siendo la guía segura en nuestros pasos.

Pedro, durante la pasión, seguía a Jesús “de lejos” (Mc 14, 54), hecho que nos recuerda, que la lejanía en el seguimiento de Jesús llevó al mismo Pedro a la negación de la fe e incluso hasta la traición de su amistad con Jesús; pues seguirlo a él, nos exige siempre “estar con él”, “estar junto a él”. Jesús cada día nos invita a estar con él, siendo ésto lo primero y más importante, pues nuestro corazón arde siempre en bondad y alegría cuando sentimos su cercanía en el camino; que nos lleva a configurarnos con él en nuestro modo de vivir, de actuar, es decir, de ofrecernos en donación al prójimo.

“Seguir a Jesús” significa entonces, asemejarnos a él (ser cercanos) por medio de nuestro testimonio y forma de vida, manifestando la libertad de amar y acoger a quien también está junto a nosotros en este caminar.

martes, 28 de octubre de 2014

SEGUIR A JESÚS

« Pasando por la orilla del mar de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al lago, pues eran pescadores. «Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres.» Al momento dejaron las redes y lo siguieron » (Mc 1, 16-20)

“Jesús nos enseña a seguirlo, a optar por su camino, con el testimonio y el servicio a los demás”

En la búsqueda y en el crecimiento de nuestra vida cristiana, es necesario retornar nuestra mirada a los orígenes de la fe. En la que descubrimos que el seguimiento a Jesús es el eje de la espiritualidad cristiana que orienta y sustenta nuestra vida de creyentes. No hay verdadera espiritualidad cristiana si no hay un verdadero conocimiento de Jesús que nos impulsa a seguirlo.

Cuando acudimos a los relatos que la Sagrada Escritura nos presenta sobre el estilo de vida de las primitivas comunidades cristianas, podemos apreciar, que ellos encontraron en el seguimiento, la forma y expresión más auténtica de la fe en Jesús; permitiéndoles iniciar un caminar de creyentes hacia la configuración de la Iglesia, animada por el Espíritu del Señor, fortalecida por la Palabra y alimentada con la Eucaristía.

Su testimonio sincero y eficaz de la presencia viva de Jesús en medio de ellos, fruto de su opción por seguirlo; nos permiten hoy afirmar sin temor a equivocarnos que la realización de la fe, sólo ocurre en la orientación total a Jesús y en la vinculación de nuestra propia vida a la de él, con el fin de poner a disposición nuestros dones para el servicio de nuestro prójimo en la misión que exige el seguimiento. 

sábado, 4 de octubre de 2014

Ministerio del Diaconado

MILTON CÉSAR PEÑA PERDOMO SDS

Hoy elevamos una oración de acción de gracias a Dios por el ministerio que le ha otorgado a nuestro hermano en nuestra familia religiosa salvatoriana. Con el sí de este hermano muchos hombres podrán recibir el nacimiento que viene de Dios por el bautismo, podrán enriquecer su vida espiritual con sus predicaciones en las santa misa y podrán recibir el consuelo en su enfermedad con la santa comunión. Los diáconos en la Santa Madre Iglesia están al servicio de todos los necesitados. 

Hoy 04 de octubre, la Familia salvatoriana está de fiesta, pues uno de sus hijos, entrega su vida al servicio en el ministerio sacerdotal; por imposición de manos y oración consecratoria de Monseñor Tulio Duque SDS, Obispo Emérito de Pereira, en la Parroquia Espíritu Santo de la Diócesis de Neiva-Huila, fue ordenado Diácono Fr. Milton, le acompañaron algunos sacerdotes salvatorianos, diocesanos y sus familiares y amigos.  

lunes, 7 de julio de 2014

Ordenaciones Sacerdotales

P. Marco Antonio Cerón Cerón SDS
P. Jhon Alejandro Perdomo SDS



Los Salvatorianos Diáconos, Antonio Cerón y Alejandro Perdomo, el 14 de junio de 2014 recibieron el Orden del Presbíterado, segundo grado del Ministerio Sacerdotal, por imposición de manos y oración consecratoria de Monseñor Tulio Duque Gutierrez SDS, Obispo emérito de Pereira-Colombia. La ordenación se llevó a cabo en el templo parroquial San Pedro de Cumbayá-Quito, a las 11:00 am.  

En la celebración participaron algunos religiosos presbíteros salvatorianos y presbíteros diocesanos, como también una gran participación de fieles laicos. 

Que Dios bendiga a las familias de los ordenados, a la familia salvatoriana y a todos los fieles que han hecho parte del proceso formativo de estos jóvenes presbíteros. 

Luego de la ordenación, el Padre Antonio Cerón SDS, presidió su primera misa, a las 6:00 pm, en la Parroquia María Madre de la Iglesia (Miraflores Quito) y el Padre Alejandro Perdomo SDS, presidió su primera misa el domingo 15 a las 12:30 m en el templo parroquial de San Pedro de Cumbayá-Quito. 

Dios continúe llamando a más jóvenes a vivir con la espiritualidad, el carisma y la misión salvatoriana en el Ecuador. Dios bendiga nuestras vocaciones. Dios les conceda a estos nuevos ministros de la Iglesia generosidad y compromiso en su servicio pastoral.