martes, 22 de mayo de 2012

La revelación de Dios en la vida del Seminarista o Religioso


“La naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y del bien” (Gaudium et Spes 15)

La Palabra de Dios como cimiento de sabiduría debe ser escuchada con fe, ya que no son solamente verdades adquiridas con la ayuda de la razón, sino las verdades reveladas por Dios. Para nosotros seminaristas y religiosos es fuente de vida espiritual, alimento para la oración, luz para conocer la voluntad de Dios y la fuerza para vivir con fidelidad nuestra vocación. Entonces al tener diariamente en nuestras manos las Sagradas Escrituras, al acogerla como María y meditarla en nuestro corazón, seremos capaces de encontrar a Dios mismo, así lo afirmaba el papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica postsinodal “Pastores Dabo Vobis”: “al acercarnos y escuchar la palabra de Dios tal como es, nos hace encontrar con Dios mismo, a Dios que habla al hombre; hace encontrar a Cristo, el Verbo de Dios, la Verdad que a la vez es Camino y Vida. Se trata de leer las “Escrituras” escuchando las “palabras”, la Palabra de Dios” (Cfr. 47). 

La Palabra de Dios siempre nos inspira hacer hombres nuevos y santos, ella nos llama a una conversión continua. A la luz de la Palabra podemos ser conscientes de nuestra fragilidad, respondemos con la vigilancia y el arrepentimiento sincero, la corrección fraterna, el perdón recíproco y la aceptación serena de la cruz de cada día. Es decir estamos llamados a hacernos constantemente imagen de aquel que nos inspira. Los seminaristas y religiosos dirigidos hacia el ministerio sacerdotal, “in persona Christi” y bajo la escuela de Jesús debemos ser dóciles y radicales en nuestra formación, nuestra fortaleza debe venir de la unión íntima con el Maestro, que se encuentra escondido a la espera de ser desvelado en los Evangelios.

La Palabra de Dios nutre y renueva al seminarista y religioso. Hay momentos especiales en la vida del seminario y de la casa de formación, como el tiempo de las tardes de oración, el rosario, las oraciones matinales y vespertinas y la oración personal; los mismos que son una ocasión para escuchar la Palabra de Dios con profundidad; así es posible entonces discernir la voluntad del altísimo y purificar el corazón. Son momentos de gracia quedan a nuestro espíritu unidad profunda con el Señor Jesús que nos ha llamado a ser testigos fieles su mensaje salvador.

La Palabra de Dios nos mantiene unidos a Él, a su proyecto y nos recuerda su alianza. Podemos descubrir el bello plan que tiene para sus criaturas, donde simplemente nos debemos convertir en sabios oyentes de su palabra de amor. Escuchemos estando dispuestos a hacer abarcados por su Palabra.

Luis Miguel Aldaz
Seminarista
Seminario Mayor San José de Quito

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