miércoles, 6 de junio de 2012

Vocación al Matrimonio


Jesús respondió: “¿No han leído que el Creador al principio los hizo varón y mujer y dijo: el varón dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Mateo 194-6

“Que ninguna familia comience en cualquier de repente”: esta exhortación tan sencilla, que la encontramos en una canción a la familia, nos dice mucho. Algunos se preguntan por qué hoy existen tantos divorcios, y la respuesta está en esa frase, porque las familias comienzan en cualquier de repente, la juventud no se da tiempo de conocerse; aquella realidad de enamorados o de noviazgo ha ido pasando a un segundo plano.

El matrimonio necesita iniciar con el conocimiento de la otra persona. Ya que el llamado a la vida matrimonial es el llamado a la unidad con una sola persona, es el llamado a compartir lo positivo y lo negativo de la existencia, es un llamado a lograr hacer de la existencia una vida.

La vocación del matrimonio inicia descubriendo que la otra persona es la indicada, que ella y no otra es “el regalo” que Dios me quiere dar. “Regalo” que acojo con el sacramento del matrimonio y con él mismo me comprometo a valorar, respetar, cuidar, admirar y sobre todo amar el regalo de Dios. El amor es el fundamento que hace posible la unidad de dos personas para toda la vida.

Los individuos que ante el testigo de la Iglesia, el presbítero, han aceptado “el regalo” de Dios deben estar dispuestos, como pareja, a recibir el fruto del amor, los hijos. Pero ellos no pueden remplazar ni aislar la relación de pareja; cuando una pareja camina en el amor, se refleja en la vida de sus hijos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario