miércoles, 20 de junio de 2012

Vocación a la Vida Consagrada


“Subió Jesús a una montaña y llamó a los que él quiso, los cuales se reunieron con él. Así instituyo a los doce, para que estuvieran con él y enviarlos a predicar” Marcos 313-14

El deseo de consagrar la vida entera a la contemplación y al trabajo del reino sólo puede nacer desde el llamado, Dios llama a varones y mujeres para tal entrega. El llamado de Dios requiere de una respuesta, generosa, entera, fiel, comprometida, sincera y de convicción. Por ello es deber del que ha sido llamado, trabajar cada día por trasformar aquellas cosas que no le permiten tal respuesta.

Ser uno o una de los que “él quiere” no equivale a ser un extraño ante los demás, un ser diferente o sin defectos. Equivale a ser, un ser humano con el deseo de enamorarse plenamente de Jesús de Nazaret, de tal manera que busque conocerle y desear todo cuanto Él propone. Es así que la vida consagrada no es mayor a las otras vocaciones que Dios nos puede invitar a vivir.


La vida consagrada no es y no puede ser un refugio de debilidades humanas, como tampoco es el lugar del acomodo o del descanso. La vida consagrada es la entrega por la construcción del reino de Dios propuesto por Jesús. La vida consagrada es la vocación para mostrarle al mundo que Dios ama y ama con toda fuerza. 


Dios ama cuando el pan y el vino es cuerpo y sangre de Cristo, cuando el sufriente encuentra paz, cuando los pobres consiguen sosiego, cuando los enfermos encuentran compañía, cuando los analfabetas aprenden a leer y escribir, cuando los indígenas y los negros son valorados como personas, cuando los presos sienten la presencia divina, cuando los varones y las mujeres mueren por causas justas, cuando las prostitutas y los homosexuales son aceptados como hijos de Dios y no rechazados por el pecado, Dios ama cuando un religioso o religiosa o sacerdote se entrega por entero al llamado que Él le ha hecho, poniendo todo sus dones al servicio de la comunidad. 

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