miércoles, 18 de julio de 2012

Sacramento de la Reconciliación


Objetivo:
                   Descubrir en el sacramento de la reconciliación el amor que Dios tiene por sus hijos, que los acoge y les brinda nuevamente la relación quebrantada por el pecado, retornando la dignidad humana perdida.

Desarrollo del Encuentro:

v  Sentido del sacramento

En los primeros siglos de la Iglesia, no existía la confesión como la vivimos hoy, pero ya en el siglo III los pastores descubren que el mal tenía un poder sobre la voluntad humana, y que ésta recaía en una culpa que no deseaba vivir[1], desfigurando su vida de bautizado. Es así que recordando las palabras del Señor y entrando en oración establecen que la gracia no podía ser vencida por el mal, ya que el amor es mayor a todo mal, que la misericordia de Dios estaba manifestada en las palabras de Jesús el día de su resurrección, narradas por Juan:

“Dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.”
                                                                             (2022-23)

Son estas palabras las fundamentales para aceptar que Jesús les ha encomendado a los apóstoles la gran misión de mostrar a sus bautizados que Dios Trino los acoge cada día que ellos decaen y se alejan de su amor.

El sacramento de la reconciliación es el que nos permite revisarnos y descubrir cuán alejado del amor de Dios estamos. Y nos alejamos del amor de Dios en cuanto ofendemos a uno mismo, a mi prójimo y a Dios. Y ese daño no permite la realización de la esencia humana: comunión con Dios, perdiendo con esto la dignidad de hijo de Dios.

Cada vez que me reconcilio a través del sacramento, recibo la gracia que me da fuerzas para continuar en la búsqueda de la conversión. Al reconocer la necesidad de reconciliarme con Dios nace el dolor del pecado, que no es por el mismo pecado sino porque reconozco que ese acto pecaminoso me atraso, me hizo tener un retroceso de crecimiento.

Es tal la gracia que recibimos con este sacramento, que podemos hacer frente a aquellos pecados que se nos han impuesto[2], y que hacen parte de nuestra vida. Como también de transformar aquellos que libremente he elegido, aun conociendo el proyecto que Dios tiene para el hombre. Recordemos que todo pecado, los impuestos y los elegidos, hace mucho daño al hombre destruyendo su realización y felicidad. El pecado, la tendencia al mal, no es algo innato en el hombre, le viene de afuera. Pero si es innata en el hombre la búsqueda del bien supremo, por eso puede, con gracia de Dios, superar la tentación.

v  Participantes

Sacerdote:
Es el ministro consagrado, medio por el cual Cristo se hace presente, para brindar al pecador la reconciliación. Jesús, cabeza de la Iglesia, absuelve al penitente, es decir le reconcilia consigo mismo, con el prójimo o comunidad y con Dios.

No olvidemos que el fin  último es la salvación y la salvación la concede Dios por medio de Cristo y Cristo por medio de la Iglesia y la Iglesia por medio de los sacramentos. De allí que los confesores son la figura de quien Salva que es Jesús el Cristo. Y Jesús es el juez y el médico, el cual no puede actuar si no escucha. 


Penitente:
Es el bautizado arrepentido, quien busca con humildad aceptar el amor de Dios a través de la reconciliación. Y hablando, diciendo sus culpas, permite que el sacerdote,  in persona Christi, logre juzgar y sanar su alma maltratada por el pecado. 

v  Símbolos y signos
Preparación
El símbolo primero es aquel que el confesor supone ya realizado, una digna preparación del penitente, que consiste en: un correcto examen de conciencia, a la luz de la palabra revelada; un dolor por la ofensa, que no es “un mar de llanto” o un sufrimiento que no deja respirar, sino que es el dolor de saber que me he alejado de la gracia de Dios; el propósito de enmienda, que consiste en buscar la forma de transformar la vida, dejando aquello que me ofende, ofende a otros y a Dios y la oración para pedir la asistencia divina, puede ser:

Espíritu Santo ven en mi auxilio, ayúdame a reconocer mis errores, mis momentos de desobediencia, los momentos en los que me he alejado del Amor infinito de Dios y de la construcción del Reino. Para así decir todos mis pecados a Jesús que quiere escucharme y perdonarme, sanando mi corazón adolorido. Espíritu Santo pido tu luz, Señor Jesús pido tu perdón, Padre pido tus brazos abiertos para acogerme. Y que con tu perdón, Santísima Trinidad,  yo pueda integrarme de nuevo en la comunión de la Iglesia.
                                                                                              Amén

Hablar
El creyente arrepentido y adolorido por su proceder contrario al proyecto del Reino de Dios, habla ante el sacerdote. La culpa necesita ser verbalizada para sanarla, de lo contrario corre el riesgo de que le cause gran daño por dentro.

Cumplir
El que ha sido reconciliado debe cumplir la penitencia otorgada por su culpa.

Estola
La utiliza el ministro consagrado sobre sus hombros, por lo general es de color morado, para este sacramento. Es signo del ministerio sacerdotal, ungido para conceder la gracia que Dios.

Absolución
El ministro consagrado con las manos extendidas sobre el penitente, eleva la oración con la que absuelve los pecados:

Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia, EL PERDON Y LA PAZ. Y yo te absuelvo de tus pecados en el  nombre  ┼ del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
                                   Amén.

Enseñanza del encuentro:
Ø  Es Jesús el Cristo quien reconcilia.

Ø  El sacramento de la reconciliación, restablece la amistad que se había perdido con sí mimo, con los demás y con Dios.

Ø  Este sacramento, es un sacramento que sana y da consuelo.

Ø  En la reconciliación nos integramos nuevamente con la comunidad para construir el Reino de Dios.


[1] Romanos 715: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco” 
[2] Cuando hablamos de pecados impuestos nos referimos a aquellos pecados que la sociedad, sobre todo el entorno próximo al crecimiento humano, nos ha impuesto, tales pueden ser: la mentira, el hurto, la búsqueda de placeres sexuales, etc. Ya sea por enseñanza o por agresión física.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario